Aunque es probable que las mermeladas sean también una invención femenina, es agradable pensar que fueron los apicultores quienes observaron como la miel podía conservar los colores, aromas y sabores dulces y agrios de las frutas, durante mucho tiempo.
De seguro se llevaron a cabo muchos ensayos y experimentos para encontrar la mejor forma de conservar las diferentes frutas, hasta que poco a poco, se empezó a llegar a conclusiones similares, es decir a los mismos productos finales: las mermeladas y otras formas de confituras, muy antiguas.
El nombre “mermelada” es más bien reciente y se atribuye su origen a la palabra membrillo en portugués “marmelo” y este derivado del latín “melimelum” (manzana agridulce), que aunque no se refiere a la misma fruta, hace referencia a aromas, sabores y colores similares.
La mermelada es una de las muchas formas de conservación de alimentos por medio de la agregación y combinación de la fruta con una sustancia bacterioestática como la miel. Pero como la producción de la miel está limitada a dos temporadas durante el año, se sustituye por procesos en donde se cocina la fruta fresca con suficiente azúcar para generar las mismas propiedades conservantes definidas por una substancia líquida, espesa y con sabores dulces y ácidos intensos, que no se altera fácilmente por la acción del aire.
Todavía en el siglo XIX la mermelada era un producto para las clases sociales más altas. Sin embargo, la mayor y mejor producción de frutas, miel y azúcar, permitió junto al desarrollo industrial, producir mermeladas a un costo menor y accesible para las mayorías.